Ya no es posible una acción voluntaria eficaz. Lo inhumano ha ocupado el centro de la escena y los procesos de devastación ambiental y de anulación de la dignidad humana ya son irreversibles, habiendo sido incorporados a la cadena de los automatismos técnicos y psíquicos, de los que no podemos escapar.
Algo importante: para Bifo, el capitalismo es una forma de semiotizar el mundo. Y, como tal, difícilmente reversible una vez incorporada en la psiquis colectiva. En este sentido, toda resistencia nostálgica está destinada a fracasar.
Lo mejor que podemos hacer, entonces, es desertar. El abandono no debe entenderse como resignación, sino como un posicionamiento estratégicamente racional y éticamente aceptable. La forma más radical de combatir, en tanto el capitalismo se funda en la movilización de las energías sociales.
La deserción es el modo ético de cualquiera que pretenda no quedar involucrado en la violencia, en la prepotencia, en el horror; pero también es una estrategia realista (creo que hoy, la única) de sabotaje al poder.
Desconozco las tensiones políticas internas de otros países. Pero, en Argentina, el pasado 24 de Marzo verificamos la efectividad de esta estrategia cuando bloqueamos masivamente cuentas de Twitter que difundían mensajes violentos con la única finalidad de provocarnos. La hostilidad desde el poder no constituye un fin en sí mismo (una exhibición de superioridad) sino un mecanismo. Caer en la provocación implica complicidad. El odio, de esta manera, se convierte en una lógica de funcionamiento. (Esto último no está en Bifo).
Con la expresión “éticamente aceptable” quiero significar que en las condiciones actuales la participación en política implica ser cómplice de una violencia inaceptable. El pacto con el enemigo corta cualquier potencia emancipatoria de la propia acción.
Eliminar de la esfera pública virtual el discurso crítico del poder supone eliminar, precisamente, el motor que alimenta a ese poder, su condición de posibilidad. Al confrontar, otorgamos el doblez indispensable para que ese poder oculte su propia inconsistencia.
La forma más efectiva de ganar una discusión consiste en no iniciarla, o en abandonarla apenas sea propuesta.