Ayer tuiteé: “La gente necesita una narrativa que le permita entender dónde está la plata que ellos no tienen y sienten que deberían tener. A veces es un planero. A veces son los impuestos. A veces es la ambición de un supermercadista. Curiosamente, nunca es el sistema financiero”.
Amplío.
El planero es el culpable en una etapa beligerante de construcción de poder, pero con una perspectiva lejana de ejercicio efectivo. Cuando la disputa por el poder se acerca, y necesitan del voto del planero, trasladan el chivo expiatorio a los impuestos. Le brindan, así, un culpable a todos, incluso al planero. El planero pasa a ser otro acusador, es incorporado al grupo de las víctimas. Ya en el ejercicio del poder, y viéndose en la necesidad de seguir cobrando impuestos, nuevamente trasladan la causa de la miseria. ¿Hacia dónde? Se miran en el espejo y responden: ¡la política tiene la culpa! El Congreso, los Gobernadores, etc. Nota al pie: ellos también son políticos, ellos dirigen el Estado. Pero esa reubicación les permite continuar con la dinámica. Hay que liberar las fuerzas del mercado, el gran ordenador. Y ahora el funcionamiento del mercado es el responsable: la ambición de los supermercadistas está por encima de la ambición permitida por una ideología que hace de la ambición el motor de su lógica.
Recorrido de culpables: