18 Feb 2024
Intrusos en el espectáculo

Ante las consideraciones sobre la peligrosidad de una teoría de los dos demonios en términos comunicacionales (ella empezó) se insiste en equiparar la gravitación de lo expresado por dos sujetos de enunciación de distinta naturaleza porque, en definitiva, se consumen bajo la misma lógica. Javier Milei es incapaz de notar la distancia que lo separa de una artista porque él mismo, al igual que Lali, es un fenómeno de consumo y se asume y promociona de esa manera (en su apariciencia, en sus modos, y en sus preocupaciones). De acuerdo con este criterio, Lali y Milei son colegas y, por lo tanto, las declaraciones del presidente constituyen una réplica válida.

Desde hace diez años, los prime time televisivos fueron poco a poco cargándose de contenido político. Sin embargo, sus formas continuaron respondiendo al ámbito del espectáculo (gritos, insultos, chicanas). Milei es un producto de esta doble dimensión. Mientras tanto, en el periodismo se generaban acalorados debates respecto a la presunta independencia informativa y la objetividad; debates que hoy ya no le importan a nadie, puesto que se acepta sin más que C5N y LN+, por ejemplo, representan antípodas ideológicas que (también) se consumen acorde a la preferencia de cada quien.

Esta política concebida como producto y destinada al consumo es propiciada por el mismo presidente, en buena medida porque supone una evaluación del éxito que le resulta más cómoda a alguien ajeno a la discusión pública. Días después de sellar su alianza con Patricia Bullrich de cara al balotaje, en una entrevista Milei defendió la estrategia política utilizando como argumento que un meme compartido en su Instagram había obtenido un millón de likes: el parámetro de la victoria se mide en base a su capacidad de entretener. ¿Cuántas reproducciones tiene una canción de Lali en Spotify? ¿Cuántos likes tiene una publicación de Milei? Ambas respuestas significarían una notoriedad de condición similar, si la esfera de la discusión pública es pensada según las normas de la esfera artística.

Milei sabe que la veracidad de los hechos importa menos que el impacto emocional que genere en su audiencia. A pesar de que ha quedado debidamente probado que los reality shows son en gran medida guionados, se siguen consumiendo porque la finalidad no es la verdad sino la intensidad del drama.


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