21 Jan 2023
Agarrar la pala

Lectura de Eva Illouz, ¿Por qué duele el amor?. Capítulo La demanda de reconocimiento: El amor y la vulnerabilidad del yo.

El reconocimiento que permite al individuo tener seguridad de su valor social se ha visto modificado desde las etapas premodernas. Estructuras como la clase o la fortaleza de carácter funcionaban como parámetros más o menos objetivos en donde el valor de un individuo era reconocido por varios agentes sociales en un contexto específico. Abandonada esta dinámica, el sentido de valor de sí mismo que obtiene el yo a través de la experiencia amorosa está sujeto a parámetros volátiles como el atractivo físico, la ‘química’ con el otro, o la compatibilidad de gustos. Herramientas de evaluación altamente individualizables.

El dolor causado como consecuencia del desamor, incluso, era antiguamente enmarcado en narrativas culturales globales que lo convertían en una experiencia fortalecedora del carácter (es decir, del valor de sí mismo): el amor cortés, por ejemplo, que entendía que el yo no se destruía ante el rechazo, sino que lo enaltecía, puesto que permitía dar cuenta de una personalidad con valores aristocráticos socialmente reconocidos (la fidelidad, la valentía, la entereza).

Sobre el Romanticismo, Illouz escribe:

Las expresiones románticas de sufrimiento amoroso se encuadraban e interpretaban culturalmente en función de la melancolía como experiencia organizadora. Lo que caracteriza a la melancolía es la estetización del sentimiento amoroso y, como en el amor cortés, el ennoblecimiento de la persona que lo siente. En gran medida, esa melancolía romántica era masculina y formaba parte de un modelo del yo según el cual se obtenía heroísmo a partir del sufrimiento, lo que permitía al hombre afectado demostrar la profundidad de su alma mediante su capacidad de resistencia.

Acá, pienso si lo que llamamos actualmente ‘la cultura del trabajo’ no es, también, una forma de estetizar un sufrimiento que debería ennoblecernos de algún modo. Socialmente circulan expresiones como ‘el trabajo dignifica’, validadas como dogmas por prácticamente la totalidad de las personas. – En registro irónico, ‘agarrar la pala’. Obtener heroísmo a través del sufrimiento, demostrar la profundidad del alma mediante su capacidad de resistencia. El trabajo como categoría cultural se vincula al trabajo forzoso; como si, de ello, pudiera derivarse la entereza del carácter del trabajador.

Hay algo de la ética protestante puesto en juego en esta modificación (Weber).


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