Una cita recurrente: es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Al menos, puede rastrearse en Zizek y en Jameson. La cultura es capaz de imaginar escenarios apocalípticos, pero no un sistema económico alternativo. Sin embargo, desde The walking dead, las distopías me despiertan otro tipo de reflexiones. No imaginan un final de mundo; por el contrario, mapean las coordenadas de un mundo existente — pero con una dinámica acelerada. No me refiero a las temores tech de Black Mirror. Lo que las narrativas distópicas vuelven explícito es una tendencia contemporánea: la del darwinismo social. Películas como Los juegos del hambre, o la recientemente popular serie surcoreana El juego del calamar, exhiben un mundo en el que resulta vencedor aquel que logra sobrevivir. (Tiene su correlato en los videojuegos: la modalidad battle royale, popular desde que existe la posibilidad del juego en línea, sigue la misma lógica: en Fortnite o Call of Duty el vencedor es aquel que elimine al resto de los jugadores y sea el último en pie). El truco está en que la ficción, al enmarcarlo en el ámbito de lo lúdico, pone un punto final a la competencia. Los juegos terminan. La realidad no. Quizás por eso las excesivas temporadas de The walking dead resulten agobiantes: porque se parecen más a la realidad. Estas distopías (no ya relacionadas con el cambio climático o catástrofes naturales al estilo J. G. Ballard) no construyen un mundo en el que la especie se ve amenazada ante su extinción. Por el contrario, en estos universos la especie no se ve amenazada en absoluto. No hay fin del mundo. Hay un mundo - que es este mundo -, y resulta cada vez más atroz. — The Walking Dead se estrenó en 2010; aún necesitó de zombies para estructurar este argumento. Los juegos del hambre, en 2012; ya no hay zombies, aunque la acción se desarrolla en un futuro. El juego del calamar nos ubica en la Seúl contemporánea, en un escenario que podría haber sucedido ayer, sin que lo sepamos. (No parece casual que dos de los productos más recientes de Corea del Sur se relacionen con la sombría realidad de la miseria: esta serie y Parasite).