La cantidad de texto que cotidianamente pasa frente a nuestros ojos debido al avance de la tecnología obliga a replantear las categorías a través de las cuales hemos pensado la literatura en la modernidad. Conceptos como autor, originalidad, y plagio deben ser reformulados. La literatura es el arte más reticente a los cambios tecnológicos (a diferencia de otras ramas artísticas, que sí abrazaron esos cambios y buscaron experimentar con y a partir de ellos). El autor contemporáneo debería ser un genio no-original (Perloff): alguien que gestione el lenguaje ya existente en lugar de producir nuevo. Y que lo haga de forma creativa.
Esta es la tesis central de Kennet Goldsmith en Literatura no creativa. El resto del libro es un muestrario de experimentos literarios que ejemplifican estos conceptos.
Un cuento: alguien (el personaje, un hacker, llamémoslo Pedro) logra penetrar en los servidores de Amazon. Por un impulso lúdico, modifica una palabra del capítulo IX de la edición del Quijote para Kindle. Millones de personas en todo el mundo descargan esa edición, la leen, y están convencidos (¿cómo no lo estarían?) de que han leído a Cervantes. Pedro modifica otra palabra, esta vez del capítulo XXXVIII, y otra del XXII, y un pequeño pasaje. Eventualmente, cabría preguntarse dónde está Cervantes en ese texto. Una variación de Pierre Menard (por eso Pedro). El autor ficticio de Borges pretendía escribir el Quijote; intentó ser Cervantes, y fracasó. El protagonista de este cuento hace que Cervantes, por el contrario, se parezca a él.
Quienes han insinuado que Menard dedicó su vida a escribir un Quijote contemporáneo, calumnian su clara memoria..